Sunday, October 4, 2009

Public Letter of Cuban Bishops to Castro

Carta abierta de los Obispos al Primer Ministro Dr. Fidel Castro

La Habana, 4 de Diciembre de 1960

Dr. Fidel Castro Ruz
Primer Ministro de la República
Habana, Cuba.

Señor:

Graves sucesos ocurridos en los últimos tiempos nos han decido dirigimos colectivamente a Ud. para tratarle acerca de la situación de la Iglesia en nuestro país

No habíamos querido escribirle antes oficialmente sobre estos temas, porque la Iglesia, que es y se siente madre de todos los cubanos sea cual fuere su filiación política, no deseaba que ningún documento suyo pudiese ser interpretado como expresión de una actitud partidaria, que no cuadraría bien con su misión, esencialmente religiosa y sobrenatural; pero, dado el giro que van tomando las cosas en Cuba en relación con la Iglesia, nuestro deber de pastores nos obliga a exponer públicamente una serie de hechos que nos han producido un profundo pesar

Ya en el pasado año tuvo la Iglesia, en distintos momentos, ser motivos de preocupación, como cuando, a pesar de las reiteradas declaraciones de Ud. en que se sostenía el carácter no comunista del Gobierno, supimos que en los textos de adoctrinamiento revolucionario se enfocaban diversos problemas históricos y filosóficos con un criterio netamente marxista, y que numerosos profesores encargados de dicho adoctrinamiento aprovechaban sus conferencias para defender abierta las ideas comunistas y para denigrar las doctrinas y la obra de la Iglesia.

Estas preocupaciones vinieron a agravarse cuando publicamos el pasado mes de agosto una Circular Colectiva, en que se alababan medidas tomadas por el Gobierno Revolucionario en beneficio de humildes, pero se señalaba el peligro que representaba para nuestra patria el auge de la ideología comunista.

El mismo día que fue publicada, se detuvo a varios sacerdote por el delito de haberle dado lectura en las Iglesias, y se amenazó a otros con represalias populares si se atrevían a leerlas.

Si antes había habido más bien ataques aislados a los Obispos sacerdotes y organizaciones católicas, a partir de este momento puede decirse que comenzó una campaña anti religiosa de dimensiones nacionales que cada día se ha ido haciendo más virulenta.

Se han organizado mítines en muchos pueblos en que se ha insultado y vejado a los sacerdotes, a ciencia y paciencia de las autoridades locales.

Han sido clausuradas casi todas las horas católicas de radio y televisión.

Se ha injuriado y calumniado a los Obispos y a prestigiosas instituciones católicas por medio de los periódicos y las estaciones de radio hoy casi totalmente bajo el control del gobierno, y al mismo tiempo ha impedido la publicación o difusión de los documentos que en defensa de la Iglesia han suscrito las organizaciones seglares católicas, así como de las últimas pastorales del Sr. Arzobispo de Santiago de Cuba.

Se han formado, con la simpatía y el calor de las autoridades, asociaciones llamadas católicas, que parece que tienen como fin, no el propagar la doctrina de la Iglesia, sino el combatir a la Jerarquía.

Agentes provocadores han interrumpido en muchas ocasiones los actos religiosos en nuestros templos, sin que haya caído ninguna sanción sobre ellos.

Destacados voceros del Gobierno han declarado públicamente, distintos momentos, que ser contrario al comunismo equivale a ser contra revolucionario y no ha habido jamás una refutación oficial de esta tesis.

Todos estos hechos, y otros más que no enumeramos por no hacer demasiado largo este documento, podían acaso ser atribuidos, tratando de echar las cosas a buena parte, a criterios personales de ciertos funcionarios, o a consignas de ciertos grupos políticos, y no al gobierno mismo.

En días pasados fuimos dolorosamente sorprendidos por las palabras pronunciadas por Ud., en su condición de jefe de gobierno, desde la escalinata de la Universidad de la Habana.

Podemos, desde luego, suponer que las críticas que allí se hicieron contra los "colegios de los privilegiados", no se dirigían a las escuela católicas, ya que en ellas reciben educación y enseñanza miles y miles de niños y jóvenes de familias modestísimas, como lo prueba el hecho de ser muchas de ellas gratuitas o semigratuitas, y de existir e todas las demás un elevadísimo porcentaje de alumnos que disfrutan de becas totales o parciales, con más razón todavía tenemos que pensar que tampoco se atacó a nuestros colegios cuando se habló de "esos centros' en que se predica el odio contra la Patria y el odio contra el obrero y el campesino, porque nos costaría mucho trabajo creer, que ningún miembro de Gobierno sea capaz de lanzar gratuitamente una calumnia burda.

Pero no podemos pasar por alto las críticas que allí se dirigieron a nuestros heroicos curas de campo y a la Universidad de Villanueva..

Villanueva no es, como se ha afirmado el otro día, "una Universidad de Yanquilandia" sino una Universidad católica y cubana, una de la Iglesia cuyo profesorado está formado casi íntegramente por cubanos, y en que el aporte extranjero se halla representado por un grupo reducidísimo de padres agustinos, que no vinieron a este país para lucrar con su trabajo, sino servir a Cuba y a invertir en ella el dinero que les habían donado en otros países,

Más grave todavía para el prestigio de la Iglesia es que, con injustamente hiriente, se llame "botelleros" a abnegados sacerdotes que desempeñan una ejemplar labor espiritual y social en los ingenios, causa de las retribuciones que recibían de ciertas empresas, para su propio sostenimiento, para sus trabajos de apostolado y para sus obra de caridad, porque quien esto afirme está sosteniendo públicamente la inutilidad de la religión, al considerar las actividad de los sacerdotes equivalente a la de quienes inmoralmente recibían dinero sin trabajar. No conocemos, por otra parte, un solo caso de un capellán de un central que hubiera actuado como instrumento de explotación de los obreros, y sí de muchos casos en que los capellanes defendieron los derechos de los trabajadores, poniéndose inclusive al frente de ellos en momentos de huelga.

Cuando se nos atacó personalmente a nosotros pudimos callar porque, si como hombres teníamos el derecho a exigir una reparación, como obispos teníamos el deber de perdonar. Pero cuando se lastima e hiere a nuestros hijos espirituales, no actuaríamos como legítimos pastores de la grey que nos ha sido confiada, si no saliéramos en defensa de sus derechos y de su honra.

Queremos también insistir aquí en la grave injusticia con que, en varios momentos, se nos ha acusado públicamente de estar a la órdenes de fuerzas internacionales o potencias extranjeras, cuando es, por el contrario, bien sabido de todos que la Iglesia ha defendido siempre sin vacilaciones, en público y en privado, el derecho del pueblo de Cuba a su soberanía política y al pleno desenvolvimiento de sus capacidades económicas, y que el Episcopado no ha tenido jamás otra meta en sus actuaciones que al servicio de la Iglesia y de Cuba. Es innecesario recordarle, Sr. Primer Ministro, que la Iglesia ha enseñado siempre como norma fundamental de la conducta humana, la primacía de los valores del espíritu sobre todos los intereses de orden material, y por ello la Jerarquía Eclesiástica Cubana, siguiendo el ejemplo de los cristianos de todos los tiempos, está dispuesta a sacrificarse sin temor alguno y a perderlo todo antes que claudicar en sus principios.

Por lo demás, los Obispos de la Iglesia Católica tenemos por norma inquebrantable tratar siempre con el máximo respeto, y con cristiana caridad a todos, amigos o adversarios, y aun a nuestros gratuitos detractores, y cuando defendemos, aunque sea con la mayor energía nuestros principios, sabemos guardar la debida consideración a las personas que no piensen como nosotros.

Esperando, pues, que por parte del gobierno se tomen las medidas necesarias a fin de que cesen los repetidos ataques de que se está haciendo objeto a los católicos, queremos reiterarle, Sr. Primer Ministro, la seguridad de nuestras continuas oraciones para que el Señor le ilumine de modo que los pasos que dé el Gobierno que Ud. preside, vayan encaminados al bien de esta Patria cubana, a cuyo pleno engrandecimiento hemos consagrado todos nuestros esfuerzos, sacrificios, y desvelos.

Atentamente,

Manuel, Cardenal Arteaga, Arzobispo de la Habana
Enrique, Arzobispo de Santiago de Cuba
Evelio, Arzobispo Coadjutor y Admor. Apostólico de la Habana
Carlos, Obispo de Camagüey
Manuel, Obispo de Pinar del Río
Alfredo, Administrador apostólico de Cienfuegos
José, Obispo Auxiliar de la Habana
Eduardo, Obispo Auxiliar de la Habana
Manuel, Vicario Capitular de la Diócesis de Matanzas

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